Para la familia Nolet, que lleva dedicándose a la destilación de licores durante once generaciones, su trabajo es mucho más que un negocio. Es algo personal. Y no se permiten concesiones ni atajos. Solo hay una forma de hacer las cosas bien. Carlous Nolet, perteneciente a la décima generación de destiladores, se inspiró en el legado familiar en el arte de la destilación para combinar los alambiques clásicos con técnicas modernas. Sus hijos, Carl Jr. y Bob, continúan la tradición de los Nolet garantizando que cada lote de Ketel One se elabore a la perfección. De hecho, el vodka Ketel One solo se embotella y se envía para su venta cuando un Nolet lo prueba y da su visto bueno.
La genialidad de Ketel One se debe a una historia inesperada y bastante extraordinaria. La familia Nolet abrió su pequeño negocio familiar en Schiedam en 1691 y, desde entonces, ha hecho frente a todo tipo de circunstancias para superar a la feroz competencia y acabar ganándose a los bármanes de todo el mundo. Esta familia ha sabido resistir al paso del tiempo. Algo que solo puede hacerse con una posición firme en favor de la calidad que no admite concesiones. Eso es lo que hace que Ketel One sea el vodka que es.
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